Siempre que se habla mejor de una época pasada suele ser por nostalgia. Y aunque un poquito sí, es innegable lo mucho que la vida hoy en día parece vivirse encima de un gran escenario. Es cierto que hay cosas increíbles, pero hemos dejado de saber utilizarlas con libertad. Nos hemos rendido a una visión superficial y forzada de algo que empezó siendo realmente bonito.
Los intereses secundarios lo arruinan todo, poco a poco, hasta hacerte parte del juego sin darte cuenta, o fuera, sintiendo que hay algo que deberías estar haciendo. El problema es que, aunque no imposible, es difícil acordarse de quién eres con tanto ruido de fondo. Por más que haya un público para todo, a veces me pregunto si estaremos decidiendo con los ojos cerrados.
*
Vivir en este segundo mundo no tangible era más fácil cuando empezó. Consistía solo en una extensión de ti misma, donde además de compartir tus experiencias reales, podías reflexionar sobre ellas y dar algo más de ti. Era creatividad sin magnitud, ya que no había nada que vender. Ahora intento recordar, y de hecho no sentía que me estuviera perdiendo nada porque la vida seguía pasando delante de mí, dejando aquello solo en un lugar al que ir de vez en cuando.
Lo echo de menos. Como todo empezó. Antes de que empezase. Solo podemos mirar hacia adelante, pero se me hace inevitable pensar en cómo era yo, pensar si crecer en un mundo cada vez más hiperconectado me ha privado de desarrollar una mente más libre y menos contaminada. Luchar contra lo que está en todas partes es sumamente complicado, sobre todo cuando la parte positiva de ello te conviene.
Esto último me lleva a preguntarme lo siguiente: ¿en realidad nos conviene? Tantas personas, tantas pasiones, tanta competencia. Puede que la contradicción sea lo que reine en estos días en los que parece que no haya otra manera.
Y aún así, volvería a otra era sin dudarlo ni un segundo. Me gustaría volver a distinguir claramente lo que es importante de lo que no, poner toda mi presencia en el momento y no necesitar distraerme de una situación banal para ser productiva, porque quizá en el fondo no me apetece. Se nos ha olvidado cómo mirar al otro a los ojos.
El placer confesable de (re)ver cine y series de los 90/2000 me hace todavía más consciente del problema. Me reconozco en los personajes, pero me desconozco en el presente. Es como si hubiese cerrado la puerta sin querer a lo que un día era tan normal.
*
Creo que la clave primero es redefinir conexión y desconexión. Desarrollar la intuición perdida, ir a contracorriente, ser capaz de soportar la incomodidad y experimentar otra manera de estar. Observar mucho.
Sé que quiero sentirme más unida a las cosas que puedo tocar y menos apegada a las que acecho tras la pantalla, la cual constituye (por fortuna o por desgracia) la mayor parte de mi día. Alimentar a diario un entorno del que no necesite evadirme. Salir afuera, que es donde al fin y al cabo siempre ha ocurrido todo.
“M”
Thank you for reading miel journal, a biweekly newsletter that delves into poetic reflections on lifestyle, culture, inner self, and other obsessions. You can also find me on Instagram for more slow life inspiration. To dive deeper into miel, subscribe for free to stay updated with my writing. <3